El legado patrimonial del arquitecto Teodoro Fernández

La remodelación de la Estación Mapocho, el Parque Inés de Suárez y el Parque Bicentenario son algunas de las obras por las que el arquitecto pasará a la historia. Uno de sus últimos proyectos es el Centro de Visitantes que Minera Los Pelambres construirá en el norte de Chile, cuyo diseño fue reconocido con el Premio CES.

 Construir ha sido siempre la pasión de Teodoro Fernández, Premio Nacional de Arquitectura 2014 y arquitecto del proyecto Centro de Visitantes del Santuario Cerro Santa Inés, que fue reconocido con el Premio CES 2022. En su infancia, el académico de la Escuela de Arquitectura de la UC, jugaba con su hermano gemelo –que hoy es ingeniero- a construir con barro, a poner un palo sobre otro y, por eso, siempre supo que sería arquitecto.

Centro de visitantes Santuario Santa Inés.

“Hice carrera entre los años sesenta y setenta, cuando se suponía que la vivienda era como una cosa del arquitecto y comenzaba a despertarse el interés por la ciudad y el urbanismo. Al terminar la escuela, me fui a estudiar a España, donde comencé a ver las plazas, las calles, el espacio público, el paisaje y lo verde como un fenómeno ligado al diseño”, recuerda Teodoro Fernández.

Según el arquitecto, una de las mejores maneras de “privatizar” el espacio público es poner un automóvil en él, porque un auto ocupa muchos metros cuadrados y echa a perder el aire. Por eso, siempre se ha preocupado de conjugar armónicamente el diseño con la normativa y el entorno.

Así lo hizo cuando trabajó junto a Montserrat Palmer, Ramón López, Rodrigo Pérez de Arce y otros especialistas en la remodelación de la Estación Mapocho a fines de los ochenta al enfrentar el desafío de resguardar la estructura original del edificio. “Pensamos en transformarlo en un bien cultural. Éramos amigos, compañeros de curso, que habíamos estado fuera, todos veníamos llegando y nos ganamos el concurso”, explica.

Había que restaurar la estación, ponerla en valor y teníamos que llamar la atención con muy buenos dibujos, una maqueta de yeso y la propuesta de cerrar la nave. “En la Estación Mapocho eran dos sistemas constructivos. Uno era totalmente artesanal; local, de albañilería; muy rígido, donde pones un ladrillo arriba de otro y con un terremoto se cae, porque tiene tanta rigidez que no resiste. El otro era la gran nave de acero con la última tecnología de Europa, que se mandó a hacer con planos y medidas. Sin embargo, llega esa nave a Chile y o el edificio era más chico o la nave era más grande, pero el caso es que calzaban raspando”, recuerda sobre el proyecto entregado en 1994.

Asimismo, Teodoro Fernández, es reconocido por su trabajo en el Parque Inés de Suárez en Providencia, una muestra más de su interés por el espacio público. Al igual que el intendente Benjamín Vicuña Mackenna, en el siglo XIX, el arquitecto que hoy forma a quienes serán sus pares en el futuro, ha dejado un legado importante en áreas verdes.

“Esta es la oportunidad de que los arquitectos nos hagamos cargo de los espacios públicos”, pensó cuando decidió ser parte del concurso que buscaba mejorar el parque ubicado en la intersección de Antonio Varas y Francisco Bilbao. “No podía quedar solamente en manos de los jardineros y de los agrónomos, Había que generar bienestar social, como hicimos al desarrollar lugares para hacer deporte y pasear”, comenta el arquitecto.

Parque Bicentenario

Luego, vino el concurso para diseñar el Parque Bicentenario, cuya primera etapa se entregó en 2007. “Para mí fue la oportunidad de construir lo que en el imaginario de cualquier ciudadano puede ser la mejor parte de la ciudad. Un lugar donde te puedes reunir gratuitamente, donde vas sin que te inviten y puedes gozar un poco del lugar”, explica Teodoro Fernández.

En su opinión, el Parque Bicentenario estaba hecho y lo que hizo junto a su equipo fue más bien “ponerle nombre”. “Desde el parque se ve la cordillera, el Manquehue hacia el norte y la ciudad hacia el sur. El paisaje creo que es aquello que vemos a cierta distancia y a cierta distancia se forma una visión que tiene un ideal.  Ves al sur y está la ciudad, ves al norte y se ve el Manquehue, no se ve ni una construcción y eso es muy bonito”, detalla.

 Gracias a su visión, el principal pulmón verde de Vitacura se ha convertido en un destino obligado para deportistas, familias, grupos de amigos y otros públicos que buscan conectarse con la naturaleza. Y es que esta espacio público no solo destaca por sus dos lagunas artificiales que nos maravillan con sus cisnes y peces, sino también por sus miles de especies de flora, muchas de ellas endémicas, como peumos, aromos y espinos que sirven de refugio a las aves que se posan sobre sus ramas.

La restauración del Parque Quinta Normal (2011) y el Edificio Moneda Bicentenario (2014) son otras de las obras emblemáticas de Teodoro Fernández, cuya obra fue reconocida en 2014 con el Premio Nacional de Arquitectura. Además, entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Internacional Reina Sofía de Patrimonio Cultural por su trabajo en el Centro Cultural Estación Mapocho (2008) y fue nombrado Miembro de Honor del American Institute of Architects de Estados Unidos (2016).