Rol de las mujeres en ingeniería y sustentabilidad

Por María Luisa del Campo Hitschfeld, académica en Ingeniería Civil en Obras Civiles, directora del Centro Tecnológico Kipus de la Universidad de Talca

Poco a poco va dejando de ser poco frecuente encontrar a mujeres que desempeñen un rol en las áreas de ingeniería. Seguimos siendo minoría, pero no se puede desconocer que se ha avanzado en ello. Como ocurre en muchos ámbitos, cuando nos enfrentamos a ambientes donde históricamente han sido o son ocupados mayoritariamente por hombres, solemos evitarlos por temor a enfrentar las dificultades que se podrían desprender de ello. Los prejuicios, tanto desde las mujeres hacia los hombres, y al revés, son elementos que dificultan el poder efectivamente dejar de lado el tema género, y centrarnos en el adecuado despliegue del potencial que hay en las personas. Sin embargo, en mi experiencia, son pocas las ocasiones en las que he notado que se ha hecho alguna diferencia por ser mujer, confirmando así que el tema género puede afectar solo inicialmente, pero no prevalecer.

Diversos estudios han constatado que existen prejuicios relacionados a la mayor dificultad que las carreras STEM, tienen para las mujeres. Lamentablemente, esto se traduce luego en la no elección de una carrera de ingeniería, por la mayor dificultad que esta pudiese tener durante los años de formación académica, hasta la complejidad que en el ejercicio de la profesión luego pueda tener. Estos prejuicios han cobrado tanta relevancia que se han asumido como verdad, con lo cual se va restringiendo y descartando muy tempranamente en las mujeres la opción y posterior desarrollo en las áreas de ingeniería.

Hoy en día, las mujeres tenemos cada vez más oportunidades para desarrollarnos en lo que queramos, y en lo que veamos que podemos ser un aporte. Tener o no las competencias para desarrollar la profesión, claramente no es un asunto de género, sino de esfuerzo, preparación, tenacidad y responsabilidad. Los distintos géneros no tienen diferencias en el desempeño de la parte técnica de la ingeniería, pero sí se pueden encontrar ciertas diferencias en las competencias sociales, de comunicación, y en la sensibilidad con la que se aborda la solución de un problema, lo que sin duda enriquece al equipo de trabajo y al proyecto.

Quienes trabajamos en el área de sustentabilidad, sabemos que debemos dialogar con todas las especialidades para lograr que el producto final sea el óptimo. Si lo comparamos a tocar el piano, debemos lograr que todas las teclas suenen en la intensidad y tiempo asignado para que el resultado sea armonioso. Para lograr esta armonía, se debe llegar a acuerdos, poniéndose en el lugar del otro, y creo que en esto las mujeres tenemos innatamente una mayor facilidad. Estas habilidades son aún más necesarias en los proyectos sustentables. Las diversas variables que deben equilibrarse, el ajuste de los distintos proyectos para lograr un mayor grado de confort ambiental, y ahorro energético y de recursos, entre otros, solo pueden potenciarse en la medida que técnicamente se evalúe, pero también se transmita e implemente en cada especialidad.

Hay consenso en que debemos fomentar la incorporación de más mujeres a las áreas de ingeniería y sustentabilidad. Estamos perdiendo capacidades y oportunidades si no generamos los medios para que desde temprana edad se derriben las barreras de los prejuicios, y luego se entreguen los mecanismos para poder ejercer adecuadamente la profesión. En este último punto, como industria y sociedad, tenemos que resolver temas pendientes si se quiere aumentar el número y participación de mujeres en ingeniería. Entre ellos: promover a temprana edad el interés por las áreas STEM, fomentar el ingreso de mujeres a carreras de ingeniería y sustentabilidad, dar espacios para que más mujeres puedan ocupar altos cargos, y avanzar en mayor flexibilidad para compatibilizar trabajo y familia. Cuando logremos dar este paso, habremos avanzado hacia el real desarrollo sostenible.