Aislación sísmica y sustentabilidad en un edificio universitario

Con un sistema de aislación sísmica que genera una estructura suspendida y una planta fotovoltaica que incluye paneles BIPV, se certificó este 2024 el edificio UTA Industrial Campus Saucache.

A simple vista, dos son los elementos que llaman la atención del edificio de Ingeniería Industrial de la Universidad de Tarapacá, en el Campus Saucache de Arica: los paneles solares de su fachada y los aisladores sísmicos.

Con un nivel destacado y un puntaje de 57, este edificio se certificó en enero de este año, con el diseño arquitectónico de Marsino Arquitectos, el cálculo estructural de Claudio Hinojosa, la asesoría CES de Francisco González, en tanto que el CIAES UCN actuó como Entidad Evaluadora.

“Este edificio se concibe como un prototipo, un módulo repetitivo, resiliente y sustentable. Su diseño de planta libre permite una flexibilidad total de usos. Los volúmenes aislados del primer piso se adaptan fácilmente al programa y al terreno donde se emplacen”, cuenta el arquitecto Francisco González.

El especialista comenta que este la fachada del edificio se ha concebido como un soporte para la generación de energía renovable, incorporando aleros fotovoltaicos y una doble piel de paneles perforados para la protección solar, con un fuerte énfasis en mejorar las condiciones de habitabilidad y confort interior.

“Las amplias superficies vidriadas de la fachada buscan maximizar la iluminación y ventilación natural de los recintos docentes y oficinas, reforzando la relación visual entre los usuarios y el campus”, añade.

En tanto, el núcleo del edificio actúa como un canal de ventilación natural forzada, permitiendo la ventilación cruzada del interior de los recintos y cumpliendo con los requerimientos de ventilación natural. Los pisos 2, 3 y 4 están suspendidos del suelo, mientras que el nivel superior del núcleo vertical de circulación se abre hacia el exterior para lograr el efecto chimenea de ventilación.

“Los sistemas activos del edificio incluyen climatización de expansión directa tipo VRF y unidades interiores tipo cassette en oficinas y laboratorios de computación. Además, se han incorporado artefactos sanitarios de bajo consumo, luminarias eficientes y equipamiento para un manejo adecuado de residuos durante la operación”, especifica González.

La planta fotovoltaica de este edificio consiste en lo diferenciador, como señala el asesor CES, “en paneles fotovoltaicos de última tecnología Bifaciales, PERC, Monocristalinos, de doble vidrio, y sin marcos, que además tienen el grado de “Integración de Fotovoltaica del Edificio” (BIPV, por us siglas en inglés), que no solo hacen un aporte energético al edificio, sino que también les permite ser parte de los elementos constructivos del mismo”.

Como paneles BIPV, en este proyecto se instalaron como aleros del edificio, en cada piso y en las cuatro caras, lo que les permite reducir la cantidad de radiación solar que ingresa por las ventanas y, a su vez, no bloquear totalmente el paso de luz. 

“Los paneles tradicionales tienen una lámina trasera de PVC blanca que no permite que pase la luz ni se vean claramente las celdas; sin embargo, en este proyecto se consideró este panel tipo vidrio-celda-vidrio, que permite pasar la luz entre los espacios que hay entre celda y celda, para que los usuarios tengan cierto grado de luminosidad natural y así también poder visualizar las celdas fotovoltaicas desde el interior del edificio”, detalla el profesional.

Asimismo, el edificio cuenta con un sistema de aislación sísmica generando una estructura suspendida, compuesta por un sistema ortogonal de pilares y vigas que convergen en una base estructural diagonal. 

UTA INDUSTRIAL_CORTE.
UTA INDUSTRIAL_PLANTA TIPO.

El impacto de la certificación CES en la arquitectura chilena

Oficinas de arquitectura que buscan certificar la sustentabilidad de los edificios de uso público valoran la metodología que ayuda a desarrollar proyectos que destacan por su confort, sustentabilidad y armonía con el entorno.

Múltiples disciplinas confluyen en el diseño y construcción de un edificio, donde los arquitectos se preocupan de diseñar considerando tanto aspectos funcionales como variables propias de la sustentabilidad que hoy demandan los usuarios y el medioambiente. Arquitectos de vasta experiencia en edificios de uso público nos cuentan su experiencia con la certificación CES.

Desde Arica a Magallanes, la trayectoria de Crisosto Arquitectos Consultores es amplia. Servicios médicos, establecimientos educacionales y edificios consistoriales destacan en la oficina liderada por el arquitecto de la Universidad de Chile Andrés Crisosto, quien hoy recuerda las dudas que se presentaron cuando recién comenzó a implementarse el sistema de certificación nacional. “Había que ir aclarando cómo funcionaba el sistema, cómo se inscribían los proyectos, cómo se validaban los trabajos realizados por el especialista. Ahora es un sistema muy consolidado entre los consultores que trabajamos con edificación pública, donde hay un fuerte trabajo de coordinación con los especialistas que asesoran”, señala.

Según Crisosto, en este camino el monitoreo es indispensable al ir incorporando elementos pasivos para lograr un mejor comportamiento ambiental. “Después, se va llegando a una solución técnica mucho más afinada que vendría a ser el detalle técnico de cómo es la envolvente; el detalle constructivo; cómo trabajan las ventanas y cómo se sellan; como se produce la ventilación natural; el sistema de clima dentro del edificio; y tantos temas que van convergiendo en el producto final, estructura y especialidades”, señala el arquitecto.

Armonía y funcionalidad

Como una verdadera orquesta, los especialistas se coordinan para hacer edificios eficientes que, en lo posible, no requieran ni enfriamiento ni calor; y que se adapten a climas tan extremos como los que se experimentan en el norte y el sur de Chile. “La idea es que el gasto en edificación pública sea sustentable, que ahorre energía. Mientras menos costo genere, menos costos operacionales habrá y eso es mejor para todo el país”, afirma Andrés Crisosto.

Con objetivos claros que apuntan al confort ambiental, la funcionalidad y la calidad, las consultorías se han ido complejizando, recuerda el arquitecto. “Hoy en día trabajas con softwares y puedes modelar; hay un trabajo interdisciplinario y muchos especialistas que han ido de la mano, trabajando con eficiencia energética y especialidades enfocadas en proyectos sanitarios, donde se preocupan de las aguas grises, la energía solar y muchas otras variables”, señala.

Para el arquitecto Cristóbal Tirado, hoy responsable del Centro Artesanal Coyhaique, proyecto emblemático de la Dirección de Arquitectura del MOP en Aysén, CES vino a sintetizar requerimientos lógicos vinculados a la climatización, el paisajismo y otros. “La eficiencia energética siempre se ha considerado, pero con la certificación CES hay que cumplir”, señala el profesional que ha puesto un fuerte énfasis en mejorar la acústica de los edificios y, por supuesto, en su funcionalidad. Esto último porque, “cualquier edificio tiene que ser como una silla que –por bonita que sea- no puede no funcionar porque es para sentarse”.

Según Tirado, en la arquitectura debe haber cosas bellas pero que funcionen en sus presupuestos, tiempos, diferenciación de flujos, sala de residuos, ventilación, claridad interior, etc. Y aunque la sustentabilidad siempre ha estado presente, hoy la gente es más consciente de ella. Un avance importante en este aspecto es el ahorro de agua logrado, tanto con la grifería como con los estanques de los inodoros que hoy consumen un cuarto de lo que consumían antes. “Es excelente que esté CES y genere exigencias. Pero ese ‘desde’ debiera haber estado siempre. La certificación permite tener un control de obras para que quien ejecuta no se pueda hacer el tonto en el proceso”, acota el arquitecto.

Una certificación cercana

Para Jorge Marsino de Marsino Arquitectos, donde se han especializado en proyectos de uso público de impacto social, la certificación CES ha permitido aterrizar las normas internacionales a la realidad chilena. “Diseñamos edificios de uso público que es necesario evaluar a través de una normativa de eficiencia. Antes las evaluábamos desde la LEED, que era muy engorrosa cara y compleja. Hoy todos los edificios son parte de la evaluación, que ha sido una buena iniciativa para nuestros mandantes, quienes han entendido que es una manera rápida y directa de certificarse. Ahora uno lo ve como algo cercano, práctico y bueno”, comenta.

Según el profesional cuyos proyectos han sido destacados en diversas bienales de arquitectura, la certificación es una manera de mostrar compromiso con el medioambiente y de lograr una infraestructura funcional y amigable, considerando las variables territoriales. “Ha sido una manera muy inteligente de aproximarnos hacia mejores indicadores y mayores compensaciones. A futuro me imagino que las escalas de valoración de los edificios nos van a permitir tener algunas ventajas comparativas, que incluso podrían ser tributarias; y la sofisticación nos va a permitir tener mejores desempeños”, concluye.